Logo

#AhoraSuena:

<<El amor es un acto de fe, es ver en el otro la escultura dentro del mármol, es sospechar una perfecta sincronía en el tiempo. El amor es vernos, ya no como quienes somos, sino como todo lo que podríamos ser>>

Cerré la revista donde leía este ridículo artículo y preferí sentarme cómodamente al lado de mi novio mientras él veía atento el fútbol en la televisión. Fijé los ojos en el partido pero en menos de dos minutos, me encontraba divagando sobre lo que había leído con anterioridad.

“El amor es como el fútbol”- Pensé- Y aquí, mi apreciación al respecto.

Supongamos que eres novia de un muchacho, que estudia letras y escribe poemas, y tú, historia en la universidad. Pensemos que ambos son pobres, que subsisten con la morralla y la caridad de sus mayores; que todavía viven con sus padres, que no tienen intimidad y que tu familia lo odia.

Supongamos también que él consigue trabajo como becario de la biblioteca y tú en un sanguinario callcenter y que entonces se mudan a un departamento horroroso con el baño inundado y las paredes henchidas de humedad. Demos por hecho que abandonan la pobreza para zambullirse de lleno en la indigencia, que miran DVDs pirata, que usan una máquina de escribir sin “ñ”, que tienen agujeros en los calcetines, que conocen todos los sabores de las sopas instantáneas, que se desmayan de sueño en el trabajo y que los fines de semana sólo limpian y duermen siestas eternas.

Y así transcurren los últimos años: Lavándole a mano la ropa, tipeándole los capítulos de su novela, haciéndole café hasta la madrugada, enseñándole a vestirse, dándole clases de inglés. Cuatro años limpiando como una fregona miserable, estudiando sin dormir, sacando cuentas en el supermercado, empujándolo para que escriba, para que publique, para que salga del cascarón. Cuatro años de sacrificios, de paciente espera, de sueños imposibles, de postergaciones.

Pero entonces, cuando finalmente él gana un premio de poesía, le dan una beca en la universidad, una columna en un periódico y un aumento jugosísimo; cuando llega el tiempo de tener una señora que haga la limpieza, una casa grande, un bebé gordito y vacaciones cerca del mar; cuando por fin puedes renunciar a tu trabajo y dedicarte completamente a tu carrera, ir a la peluquería, comprarte una lavadora, ver las películas en el cine y olvidarte de las cuentas, aparece en su trabajo una lagartona en offside, una desvergonzada esperando robarse tu vida al lado del arco.

Y luego de haber corrido toda la cancha, de haber esquivado a los jugadores contrarios, de haber soportado las patadas, los gritos de la tribuna, el viento en contra, los zapatos apretados y el calor agotador, en ese momento, aparece esta mugrosa de la nada, parada al lado del arco, en posición adelantada. Y antes de que puedas reaccionar, la pelota está lejos y con ella tu embarazo postergado, tus vacaciones en la playa, tus sábanas de seda, tu orgullo, tu aire acondicionado y tu paz.

Y súbitamente, mientras piensas “en qué puto momento” perdiste el balón, ella se aleja con tu vida, acomodándose los pechos frente a un espejo, riéndose a carcajadas, frotándose los dientes con una manga y tú, con la camiseta desgarrada y las articulaciones palpitando como una bomba.

Ahora bien, ¿Qué árbitro determina que la mujerzuela está fuera de lugar? ¿Quién le marca la falta o le saca tarjeta roja? ¡NINGUNO! Tienes que volver a empezar, sacando del medio y con el puntaje más bajo en el marcador. De ahora en adelante, pondré más atención a los partidos. Quizá, si me aprendo la mecánica del juego, pueda disfrutar a perpetuidad muchas más tardes de fútbol junto a mi novio, tirados en el sillón, con un par de cervezas y una bolsa de cacahuates japoneses sin tener que preocuparme por las lagartonas que acechan off-side.


 por Mónica Calero: @des_atinada


Info